La cocina, ¿abierta o cerrada?
En Davinia consideramos como relevante tener opciones y criterios de otros profesionales, especialmente de profesionales del sector, arquitectos e interioristas. En esta ocasión hemos obtenido la autorización de José García Ruiz, del estudio Asenjo&Asociados, para reproducir de forma íntegra el siguiente artículo que ha escrito recientemente.
La cocina, abierta o cerrada
Una vivienda se compone de varias estancias y dependencias, con usos y tamaños diversos, distribuidos en una planta de manera más o menos acertada, según los casos. Una composición de espacios que deberá asumir una función básica: ser un hogar, el origen de la Arquitectura, el lugar de vida de una persona, una pareja o una familia. Será testigo de gran parte de los acontecimientos que suelen ritmar nuestras vidas: alegrías y discusiones, buenas y malas noticias, esas celebraciones que nos recuerdan que el tiempo va pasando, veladas entre amigos y familiares, compartiendo risas y buenos momentos que pronto volverán. Vivencias emocionantes que se quedan automáticamente almacenadas en nuestras memorias y que a su vez permanecen íntimamente ligadas a aquella vivienda donde todo aconteció.
La distribución de nuestras viviendas no ha variado significativamente durante estas últimas décadas, algo que podría cambiar con el auge de la personalización y la toma de consciencia que conlleva la crisis sanitaria que estamos viviendo. Seguimos con espacios claramente compartimentados y etiquetados, con unos usos predeterminados: salón, cocina, baño, dormitorio… Un orden inconscientemente considerado como inalterable, que casualmente se está erosionando estos últimos años. El paulatino cambio de ‘personalidad’ que están experimentando las cocinas es una tendencia cada vez más generalizada. Una transformación que está cambiando su genuina y desinteresada generosidad por un carácter algo más propenso a preocuparse por su propia apariencia.
Personalmente, considero la cocina como el corazón de toda la vivienda. Es mucho más que el lugar donde uno elabora algún plato, expectante hasta degustar el resultado final. La cocina es el alma de la casa, uno de los pocos lugares en los que todos los ocupantes de la vivienda suelen reunirse para compartir una comida y hablar de cómo ha ido el día. Aromas, sabores y conversaciones de diversa índole envuelven esta estancia donde gusta estar y en la que pasamos mucho tiempo.
Paradójicamente, este auténtico ‘motor’ de la vivienda no ha parado de menguar con el tiempo, hasta poder medir unos raquíticos e insuficientes 7 metros cuadrados, avalados por el PGOU de Málaga. Un cumplimiento mínimo que alcanza el grado de simbólico cuando la cocina se integra al salón y puede reducirse a 5 metros cuadrados, independientemente del tipo de vivienda. Una opción que permite ahorrar unos valiosos metros cuadrados y que poco a poco se está convirtiendo en norma generalizada, a punto de lograr que la cocina independiente sea la ‘rara avis’ de la obra nueva.
La cocina abierta al salón permite que estemos guisando y a su vez en contacto con la familia o invitados, resultando especialmente cómodo cuando tenemos niños pequeños. Si además incluimos una isla a modo de barra, podremos desayunar., almorzar o cenar en ese mismo espacio, incluso que tengamos a los niños haciendo deberes mientras estamos pendientes de los fogones.
La inexistencia de tabiquería divisoria hace que se compartan también algunos inconvenientes. La cocina es un foco de ruidos y olores poco compatibles con los usos de un salón. Los electrodomésticos y la elaboración de platos pueden resultar muy molestos si queremos estar tranquilamente sentados en nuestro sofá. El ‘desorden’ propio de toda cocina queda permanentemente expuesto, al igual que su mobiliario, exigiendo cierta disciplina durante nuestros cocinados y un exquisito diseño para que la fuerte personalidad de este espacio no acabe engullendo al cómodo salón. La cocina tiende a ser el escaparate de nuestro nivel social, asumiendo la mundana función de espacio de recepción de invitados.
Inconvenientes que la cocina independiente consigue borrar, apartándose inteligentemente para poder desarrollar su papel sin entorpecer la función de los demás ‘actores’ que conforman la vivienda. En esta configuración, la cocina se convierte en una sala de experimentación culinaria sin cohibición ninguna, donde poder comer a diario sin necesidad de invadir el salón.
Quizás, como muchas cosas en esta vida, en el punto medio está la virtud. La cocina semiabierta tiene cada vez más adeptos. Este compromiso consiste en separar la cocina y el salón mediante un elemento ligero y transparente del tipo de cristalera practicable, permitiendo cerrarla o abrirla según las circunstancias y el humor del momento. Una solución flexible que permite ampliar la sensación de espacio, compartir la luminosidad entre estancias y aunar las ventajas de las anteriores configuraciones, minimizando sus posibles inconvenientes. Si además la distribución de la vivienda permite ofrecer un acceso directo a la terraza desde la cocina, obtenemos un resultado sin restricciones arquitectónicas arbitrarias, dejando una amplia libertad de uso a los futuros propietarios.
Varias configuraciones posibles para un mismo espacio, todas ellas válidas. Detractores o partidarios de una, criticarán o destacarán la otra, con razón. Es una decisión propia del futuro usuario. Todos somos diferentes y tiene poco sentido que vivamos en las mismas viviendas. Actualmente, muchos sectores están facilitando la personalización de sus productos. Es lo que el cliente espera, y la obra nueva tendrá que ofrecérselo. Veremos en los próximos años cómo la vivienda ganará en flexibilidad y diversidad tipológica, siguiendo los pasos de la reciente y creciente versatilidad de las cocinas.
En 1948, el historiador de la Arquitectura suizo Sigfried Giedion (1888-1968), avisaba en su libro La mecanización toma el mando: “la cocina será uno de los retos de la modernización arquitectónica”. Estamos en ello, 73 años después.
Por José García Ruiz, arquitecto coordinador de ejecución en el Estudio Ángel Asenjo y Asociados de Málaga.